PSICOPEDAGOGÍA

El Juego en la práctica psicopedagógica

Cuando de jugar se trata

Nos preguntamos: ¿Por qué juega el niño? ¿Por qué es tan importante el juego para el desarrollo del niño?

Creemos que una de las mejores respuestas fue ofrecida por Piaget: “el juego infantil es una actividad cultural que desarrolla la inteligencia. De esta forma, los juegos manipulativos, simbólicos y de reglas responden a los tres niveles de la estructura del pensamiento: sensorio motor, representativo y reflexivo. Así pues, la cultura, aliada con la inteligencia, se comportan en el período inicial de la vida como formas lúdicas”.

Los niños juegan por placer, ellos gozan con todas las experiencias físicas y emocionales del juego. A través del juego los niños van descubriendo el mundo, se relacionan con otros, se desarrollan.

El estado saludable del niño se manifiesta precisamente en su posibilidad de jugar, la que puede resultar perturbada por obstáculos internos o bien provenientes del medio externo. La experiencia de jugar es en sí misma curativa.

El juego tiene un valor insustituible como posibilitador de la organización psíquica, así como productor de salud. El niño que juega tiene más posibilidades de desarrollo saludable que aquel en que su juego se ve inhibido, ausente, perturbado o con imposibilidad de realizarse.

Los niños juegan para controlar su ansiedad, para controlar sus miedos, sus temores. El juego está al servicio de la realización de deseos y es la vía privilegiada por la que el niño transforma en activo lo vivido y sufrido pasivamente y puede volver así, inofensivos sus fantasmas.

Es exclusivamente a través del juego que los niños logran atravesar situaciones displacenteras. Habilitando un espacio que brinde la posibilidad de elaborar dichos conflictos. Winnicott concibe al juego como esa capacidad de crear un espacio intermedio entre “lo que está afuera” y “lo que está adentro”. En él, el niño puede desplegar su mundo interno y elaborar conflictos.

Los chicos se “curan” jugando en tanto que atraviesan conflictos de su mundo interno haciendo uso de sus herramientas simbólicas. El jugar, habilita al “como si”, en donde los niños podrán plasmar situaciones vividas dentro de un espacio seguro.

Jugar pone en marcha su capacidad creadora, “el juego es poesía y la poesía es crear algo con la palabra”, es decir que el niño se transforma como un poeta creando a través del juego un mundo propio y placentero.

En la clínica psicopedagógica el juego supone una herramienta indispensable para estimular el aprendizaje, siendo éste el canal que habilita el terapeuta para propiciar situaciones placenteras a través de las cuales buscamos guiar al niño en la conquista de objetivos para enriquecer su desarrollo integral.

El juego favorece el aprendizaje de todas las áreas del desarrollo infantil:

  • Sensorial: sentidos y percepción
  • Motrices: motricidad fina y gruesa
  • Cognitivos: memoria – atención – procesamientos lógicos – cognición
  • De comunicación: comprensión – expresión
  • De habilidades socio-emocionales: resolución de conflictos

El juego simboliza la oportunidad para adentrarse en el maravilloso mundo del conocimiento, representan un conjunto de retos que atraen la motivación y la atención del niño, consiguiendo que los pequeños esfuerzos se traduzcan en grandes logros que les permitan obtener agradables recompensas, y así sucesivamente y sin apenas darse cuenta, se da lugar al aprendizaje. El juego favorece el desarrollo intelectual dado que el niño aprende a atender a lo que está haciendo, a memorizar, a razonar, etc. A través del juego, su pensamiento se desarrolla hasta lograr ser conceptual, lógico y matemático.

El terapeuta…a qué juega?

Los terapeutas actuamos como puente, como acompañantes de lo que se despliega en ese jugar. Es necesario tener algo del placer que siente el niño al jugar, mantener algo de la ingenuidad, fantasía y capacidad de asombro que son propias de la infancia.

El niño escribe el guión, el terapeuta se lanzará a jugar, sosteniendo, introduciendo acciones, palabras, esperando el momento y guiando la dirección que vayamos encontrando en esta dinámica que se va gestando entre ambos, paciente y terapeuta. Jugar en la clínica significa estar disponible, abierto a la necesidad y al deseo del niño en cada nueva sesión, sin poder anticiparnos a cómo llega hasta el momento del encuentro. Es el niño quien abre el juego y si no lo puede hacer aún, será nuestra tarea donarle nuestra capacidad lúdica.

De esta forma se va habilitando el maravilloso mundo de lo nuevo, de lo que se nos brinda en el proceso de aprender.

«Jugar para un niño y una niña es la posibilidad de recortar un trocito de mundo y manipularlo para entenderlo”

Francesco Tonucci.
Equipo de Psicopedagogía Domus
Lic. Viviana Esteves
Lic. Manuela Miniussi
Lic. Ayelen Gutierrez Diaz
Lic. Micaela Salinas

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