PSICOPEDAGOGÍA

“Límites” nuestro gran desafío como padres

La vida nos pone límites todo el tiempo, no podemos con todo. El límite nos organiza, nos ordena.

En general cuando se habla de límite se lo suele asociar con ideas negativas. De forma inmediata pensamos en nuestra autoridad como padres para poner límites, tener autoridad  no es lo mismo que ser autoritario. Autoritarismo implica arbitrariedad, distancia, restricciones, enojo, malos momentos. Claramente el límite tiene mala prensa.

Cuando los nenes son chiquitos, el límite es externo, son los adultos los que debemos hacernos cargo de esta tarea, debemos ser ese “yo auxiliar” que orienta y ordena, esto trae consecuencia y con ello vienen los enojos, “las caras largas”. Los niños pequeños no tienen aun conciencia moral para saber qué es lo que está bien o lo que está mal, esta conciencia moral se va construyendo con el tiempo y con la experiencia.

La falta de límites crea la ilusión en los niños de que tienen derecho a hacer todo lo que se les ocurra y se frustran muchísimo cuando la vida les demuestra lo contrario.

Es nuestra tarea como padres ir acompañándolos,  ir delimitándolos, porque así aprenderán cuestiones básicas para la vida como aprender a esperar, aprender a esforzarse para conseguir algo, aprender a tolerar un “no” como respuesta.

Nuestro rol de padres marca una asimetría en relación a nuestros hijos, esta asimetría es necesaria y es parte del buen vínculo con ellos, los adultos, no sólo somos más grandes, sino que además tenemos más experiencia, sabemos qué es lo mejor para nuestros hijos.

Los padres que ejercen bien su autoridad ponen límites porque saben que éstos son buenos para sus hijos, lo hacen de manera gradual y respetando los tiempos y la particularidad de cada uno.

Son padres que respetan a sus hijos, respetan  su persona, esto no significa que permitan que hagan lo que quieran; son padres empáticos, pueden comprender lo que sienten sus hijos sin dejar de marcar el límite.

Algunas pistas:

  • Ser incondicionales: demostrarles nuestro amor más allá de sus enojos, es fundamental que los adultos podamos tolerar que expresen su enojo, sin ofendernos.
  • Ser claros; es muy importante ser claros en lo que pensamos sin intentar convencerlos.

Podemos tener autoridad y conservar la cercanía con nuestros hijos, siempre que no usemos el enojo para imponernos, sino que lo hagamos por amor y para cuidarlos.

Raíces y alas: “La crianza consiste en dar a un hijo primero raíces (para crecer) y luego alas (para volar)”.

Replicando a Luis Hornstein
Lic. Viviana Esteves

MP 137214 | Psicopedagoga | Coordinadora Área Psicopedagogia Domus

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